La espina de una rosa
es tan dolorosa
y, a la vez, tan ardiente,
que cada vez que tus labios
y los míos se rozan,
me arde la sangre
y mi cabeza sólo está en ti.
Y no puedo dormir ni comer
si tú no estás en mí,
en mis brazos.
Cuando tú estás en mí,
estoy alegre, estoy relajada.
Mª Ángeles Riaco. 4º T
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