Incluimos aquí este artículo de Carla Guimaraes, aparecido en El País del 29 de junio de 2010, por su indudable interés para conocer mejor el complejo fenómeno del fútbol.
"Soy brasileña y no me
gusta el fútbol. Paradójico, ¿no? Vengo de un país cuyos índices de natalidad
suben después de cada Mundial, crecí cercada de pelotas y de gente que insistía
en patearlas, dije Pelé antes de decir papá y aprendí el himno nacional para
poder cantarlo en un estadio.
Pero a pesar de todo
esto, o quizás por todo esto, empecé a desarrollar un extraño odio hacia este
deporte. El fútbol está sobrevalorado, y me impresiona ver la importancia
exagerada que tiene en nuestra sociedad. Vivimos en un mundo donde los
futbolistas se convierten en héroes y la gente se pelea en los estadios por
defender a un equipo. Yo tenía muy clara mi posición hacia el fútbol e incluso
estaba orgullosa de ella hasta que hace un par de meses tuve que hacer un
reportaje sobre Robben Island, la cárcel sudafricana donde estuvieron los
presos políticos del apartheid.
Robben Island es una
isla que está a 12
kilómetros de Ciudad del Cabo. Un trocito de tierra en
medio del mar, cercado de rocas, vallas y torres de vigilancia. Una isla
aparentemente desierta, poblada de gaviotas y de recuerdos.
De los 27 años que
estuvo encarcelado, Nelson Mandela pasó 18 en Robben Island, en el módulo B de
la cárcel, la zona destinada a los presos más peligrosos. Cualquiera que visite
la isla puede acceder a la celda de Mandela, un espacio diminuto con algunas
mantas, un cojín y un balde que servía como baño.
Mandela es uno de los
principales responsables de que el Mundial de 2010 se celebre en Sudáfrica. En
su discurso para la FIFA Mandela habló de Robben Island y recordó la liga que
los presos habían creado en esta cárcel: la Makana. El motivo de mi reportaje
era hablar de esta liga y de cómo los presos usaban el fútbol como herramienta
política. Es importante explicar que en la Sudáfrica del apartheid el
fútbol era un deporte mayoritariamente negro, mientras que el rugby era el
deporte de los blancos. Jugar al fútbol era muy importante para los presos, no
solo porque era una forma de entretenerse, de olvidar por unos minutos la
cárcel, sino también porque representaba una reafirmación de su raza.
En Robben Island
cualquier forma de entretenimiento colectivo estaba prohibida. Era una prisión
de trabajos forzados y los presos pasaban el día picando piedras. En la cárcel
había un cajón donde los prisioneros ponían sus demandas; casi todas eran
denegadas. Durante años una única petición se repetía cada semana: que les
dejaran jugar al fútbol los sábados.
Ante el boicot
internacional hacia el sistema del apartheid, los dirigentes
blancos empezaron a hacer algunas concesiones y decidieron dejar que los presos
jugasen al fútbol en Robben Island. Puede parecer irrelevante, pero para los
prisioneros fue una gran conquista. La liga Makana tenía diversos equipos,
trofeos y campeonatos. Los presos pertenecían a diferentes organizaciones que
luchaban contra el apartheid, y todas estas facciones, que a
veces discrepaban en su modo de actuar en contra del sistema, se habían puesto
de acuerdo para crear la liga. Los guardias miraban los partidos desde sus
puestos de vigilancia y algunos de ellos, en secreto, empezaron a seguir la
Makana.
A principios de los noventa,
con la salida negociada de Mandela de la cárcel y el fin del apartheid, todos
los presos políticos fueron liberados. Robben Island se convirtió en un museo y
algunos de los ex detenidos, en sus guías. Para el reportaje grabamos horas y
horas de entrevistas con ex prisioneros de la isla. Todos hablaban de la cárcel
con mucho dolor, les costaba mucho recordarlo, pero casi todos sonreían cuando
les preguntábamos sobre la liga Makana de fútbol.
¿Por qué los ex
prisioneros de Robben Island sonreían cuando hablaban de Makana? Esta pregunta
estuvo días en mi cabeza... Quizás los partidos de fútbol en la cárcel les
transportasen a un momento de su infancia, cuando jugaban en compañía de sus
amigos del barrio, de sus hermanos, de sus padres... Cuando probablemente ni
siquiera sabían qué era el apartheid, cuando su única
preocupación era despertar al día siguiente para jugar otra vez. Un viaje en el
tiempo que les permitía regresar a la celda al final del día y aguantar una
semana más. Fue cuando me acordé de Brasil, de ir a la playa con mi padre, mi
madre y mi hermana y de jugar en la arena. Lo hacíamos todos los domingos. Este
sencillo recuerdo también me hizo sonreír.
Pensar en el fútbol como
un juego de mi infancia, como un momento que compartía con mi familia, me hizo
entender por qué millones de personas están tan enamoradas de ese deporte.
Debo confesar que sigo
detestando toda la parafernalia que existe alrededor del fútbol, pero ahora la
veo de una manera diferente. La liga Makana me ha hecho entenderlo desde otro
punto de vista. Ir al origen de la pasión y dejar de lado todo lo accesorio.
Ahora no solo entiendo el interés de tantos por este deporte, en algunos
momentos, incluso lo comparto. Recordar a mis padres, los domingos en la playa,
los partidos en la arena y el cielo azul de Salvador de Bahía... Para mí no hay
nada más importante que esto."
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