08 noviembre 2009

El estado de la enseñanza / 1


Comenzamos hoy una serie de artículos que intentan describir el estado actual de la enseñanza secundaria en España. Comenzamos hoy con la primera parte del titulado precisamente así.

LA ENSEÑANZA SECUNDARIA

I

A. Hernández

En los últimos cuarenta años España y la sociedad española han vivido un proceso de cambio vertiginoso que ha afectado hasta la raíz las estructuras políticas y territoriales del estado, su organización, su composición social y su papel en el mundo, y que la ha convertido en un país moderno y, tal vez, rico. Los españoles hemos pasado de la dictadura a la democracia, de un estado centralista a un estado autonómico, de una sociedad de súbditos a una sociedad de ciudadanos, de una sociedad con estructuras familiares tradicionales a una sociedad con múltiples formas de organización familiar, de una sociedad cultural y étnicamente homogénea a una sociedad cosmopolita y cada vez más mestiza.

En este contexto cambiante, inestable, a veces crispado, la sociedad española realizó un importante esfuerzo para modernizar el sistema educativo y hacerlo más eficaz. El primer objetivo de la L.O.G.S.E. (1986), la primera de las grandes reformas de la época democrática, era universalizar las enseñanzas primaria y secundaria. Algunas cifras de la tabla que sigue parecen indicadores de logro:

Alumnos escolarizados

De 3 a 5 años

De 6 a 11 años

De 12 a 14 años

De 15 a 16

1975

-

90%

65%

25%

2008

Cerca del 100%

100%

Sin embargo, se escucha con frecuencia a políticos, periodistas y contertulios –también a profesores- que juzgan desastrosos los resultados del proceso en lo relativo a la enseñanza secundaria.

. El Informe Pisa es uno de los argumentos de la teoría del fracaso. Los alumnos españoles tomados en su conjunto no salen bien parados en él, como se ha repetido y se repite hasta la saciedad en los medios de comunicación, y como parecen haber asumido las autoridades educativas. A nadie interesa lo que dicen los expertos y su análisis sereno de sus datos. Créanme que buena parte de las conclusiones a las que llegan no son tan pesimistas como las que aparecen en los medios de comunicación.

. Los pesimistas tienen otra ocasión para rasgarse las vestiduras cuando comparan lo que creen recordar que ellos sabían cuando eran estudiantes de 3º o 4º de bachillerato en los años cincuenta o sesenta, con lo que ignoran los alumnos de 3º o 4º de ESO. Y lo hacen a pesar de que sus viejos maestros les enseñaban que no se puede operar con magnitudes de distinta naturaleza: ellos, que eran los alumnos mejor preparados -con suerte, también los más dotados, aunque no necesariamente- de un sistema educativo muy selectivo que segregaba a la inmensa mayoría de los jóvenes -no siempre por razones de capacidad intelectual-, se comparan con los alumnos medios, si no con los peores, de un sistema no selectivo, obligatorio, universal. ¿Qué dato útil se puede extraer de tal operación?

(Continuará)

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