10 noviembre 2009

El estado de la enseñanza / 3


En la ceremonia de la descalificación global de la educación de nuestro país se suele esgrimir el INFORME PISA. Se citan los datos que hacen referencia a la comprensión lectora y a la competencia matemática de los alumnos españoles. Descontextualizados, parecen evidencia de un fracaso; si embargo, si se analizan con prudencia, las cosas no tienen tan mal aspecto. Hagámoslo:

1. Es cierto que los datos sobre las comprensión lectora y la competencia matemática de los alumnos españoles no alcanza los valores medios (500 sobre 1000) y que comparados con los alumnos finlandeses –los mejores de todos- son mediocres. Pero los resultados de nuestros jóvenes de quince años –de esa edad son los alumnos a los que estudia PISA- no se diferencian de forma apreciable de los de los jóvenes de los países de nuestro entorno (Francia, Alemania e Italia, por ejemplo).

2. Los conocimientos de los alumnos españoles de alto nivel socioeconómico –la mayoría educados en el sistema educativo privado- son sensiblemente inferiores a los de los alumnos de los países de nuestro entorno y de su misma extracción social. Por el contrario, los alumnos españoles más desfavorecidos –no hace falta decir en qué escuelas se educan-, aun siendo malos, tienen mejores resultados que los alumnos franceses, alemanes o italianos de parecidas condiciones socioeconómicas. Por otro lado, en cualquier parte del mundo los resultados de los alumnos del medio rural son sensiblemente inferiores a los resultados de los alumnos del medio urbano; sorprendentemente, esta diferencia se reduce en el caso de los alumnos de nuestro país.

A la vista de esto, bien podría pensarse que las cosas no van tan mal: cuando las condiciones son las normales, el sistema consigue resultados equivalentes a los de los países más próximos y más parecidos al nuestro, y logra, además, buenos resultados relativos cuando las condiciones son desfavorables; nuestros quinceañeros son tan competentes como lo son los jóvenes franceses e italianos y, en cualquier caso, son más competentes de lo que lo eran los españoles que tenían su misma edad en los años sesenta y setenta. Y, en efecto, no deben de ir tan mal si es cierto que “la formación alcanzada por la población adulta española (25 a 64 años) ha mejorado en 20 puntos porcentuales en los últimos 10 años” (INFORME ESPAÑOL, Panorama de la educación Indicadores de la OCDE, 2009).

A. Hernández.

(Continuará)


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