13 mayo 2010

Indignidad / 1





El 15 de Mayo de 1948 se produjo uno de los éxodos mas dramáticos del siglos XX. Cerca de 800.000 refugiados palestinos se vieron forzados a dejar sus hogares, hostigados por las fuerzas de ocupación del recién creado Estado de Israel.

62 años después, más de 4 millones de refugiados palestinos se alojan en Jordania, Siria y Líbano en condiciones desiguales. Mientras en Jordania y en Siria gozan de casi una plenitud de derechos, los refugiados en Líbano viven hacinados en guetos al margen de la vida opulenta de la sociedad libanesa, viendo impedido su desarrollo intelectual por leyes restrictivas que en la mayoría de los casos les impiden trabajar hasta en 74 profesiones diferentes.

Mientras los descendientes del éxodo del año 1948 sueñan con volver a la patria de sus padres y abuelos, el Estado de Israel viene practicando una judeizacion de todo el territorio palestino, incluyendo la ciudad santa de Jerusalen, alejando con ello cualquier perspectiva de paz justa en Palestina.

Para conmemorar el 62º Aniversario del Nakbah ("desastre" para el pueblo palestino), que hace referencia a este éxodo palestino que dura hasta nuestros días, hemos solicitado a Ana Belén Plaza, antigua alumna del Instituto y actualmente redactora de la emisora de la televisión autonómica de Murcia 7RM, que, aprovechando un reciente viaje suyo a Líbano,  nos enviara un artículo en el que mostrara cómo se vive actualmente esta situación. Con su calidad periodística y con la amabilidad que siempre tiene, nos ha enviado el artículo Indignidad, que publicaremos entre hoy y mañana. Muchas gracias, desde aquí, a Ana Belén.




Indignidad
I
Un día en Beirut
Por Ana B. Plaza


Amanece en la Pensión Home Valery de Beirut. El incesante tráfico y el incansable pitido de los coches no dejan oír las olas del Mediterráneo a pesar de que está a escasos metros. En el ‘24 horas’ de la esquina venden batido de chocolate y croissant caliente, pero en la puerta todos los hombres beben café árabe en pequeños vasitos de plástico mientras ven pasar la manada de carros. Es un auténtico desfile: del Mercedes de los años 50 al todoterreno con asientos de cuero en el que los niños ven los dibujos en el DVD.

De fondo se ve el esqueleto del Holiday Inn Hotel completamente agujerado por todo tipo de proyectiles durante la Guerra Civil. Junto a él, el Intercontinental Phoenician Hotel, el más lujoso de la capital de Líbano.




Kasem y yo nos tomamos el batido mientras intentamos comprender algo de lo que ha pasado.

Indignidad, dice.

Durante dos días Kasem ha estado sin “pasaporte”. Tiene 17 años. Su nacionalidad es palestina y está reconocido como refugiado en Siria. Ahora le separan de su casa en Damasco unos 140 kilómetros y una frontera repleta de soldados.

Hasta la mía hay un vuelo de cinco horas y media.

Cuando planeábamos hacer este viaje a Líbano, Kasem fue a la embajada. Allí no se creyeron que fuera a aquel país de visita turística. Le hicieron afirmar que iba a ver a algunos parientes en algún campo de refugiados, cuando realmente iba a disfrutar de sus vacaciones. No contentos con ello, le insinuaron, además, que creían que iba a alistarse en Hezbolá para luchar en la frontera contra Israel, pero que no le podían impedir la entrada al país porque no tenían pruebas que demostrasen su teoría.

Finalmente, le pusieron un sello que le permitía permanecer en Líbano una semana.

Mi madre sacó mi visado en la Embajada de Líbano en Madrid. Ni siquiera tuve que firmar documento alguno. Al día siguiente Carmina recogió mi pasaporte con un sello que me permitía estar allí como turista durante un mes.


 (Continúa mañana)

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