09 abril 2009

Proyecto Ciomenius. Viaje a Dax / 4

Día 4



Comienzan las sesiones serias de la semana. Los alumnos franceses nos enseñan a primera hora de la mañana su Liceo. Lo hacen en un correcto español y con una actitud encomiable. Quedamos impresionados de las instalaciones. Es un Centro grande que tiene 2.300 alumnos y 230 profesores. Vemos las instalaciones de informática, las deportivas, así como las aulas de las distintas materias. Aquí no hay timbres, sino ráfagas musicales que indican el final y el comienzo de cada clase. Las aulas tampoco son de los grupos, sino de materias. Hay aulas de arte, de matemáticas o de idiomas. Tampoco están los profesores agrupados en Departamentos, sino en equipos docentes que afrontan de manera concreta la metodología a seguir y los problemas que van apareciendo en los distintos grupos.

Hay también un internado con unos 300 alumnos que habitan en él de lunes a viernes porque sus hogares están algo lejos. Surge aquí el debate sobre las normas, su necesidad y su utilidad. Los internos cumplen un horario rígido y sus infracciones, como las de todos los alumnos se reflejan, no en un parte de incidencias, sino ¡en su expediente académico!

Tienen asignadas dos horas de estudio al día y nuestros alumnos les preguntan a los franceses qué ocurriría si quisieran estudiar más tiempo. Contestan que pueden quedarse algún tiempo más por la noche. Pero la pregunta parecía que iba enfocada a defender que ese sistema de normas era absurdo porque te obligaba a hacer cosas que no querías hacer y, en cambio, te impedía hacer otras que podrías desear, como podría ser, por ejemplo, estudiar más. La postura de los alumnos franceses no dejó lugar a dudas: son las normas las que les permiten y les facilitan el aprovechar el tiempo. Sin normas serían incapaces de hacer nada y se convertirían en seres inútiles. De hecho, todo lo hacemos siguiendo normas. Lo contrario es intentar ser lo que no somos. El contenido de las normas puede ser discutible, pero no la existencia ni la necesidad de las mismas.

Después de comer visitamos Dax. Aquí se come pronto, en torno a las 12.30, y a las 7.30 u 8.00 ya se está cenando. Pero si se es joven y, además, alumno del IES Luis Buñuel, se come a todas horas. Era muy raro verlos y no encontrar al menos a alguno comiendo algo.

El caso es que, con las explicaciones de una guía, partimos de la plaza de toros, pequeña y coqueta, seguimos por la muralla, en donde la guía y Roberto Pizzi, profesor de Historia del Arte del Instituto Benedetto Croce, participante en el proyecto, nos explicaron la simbología del escudo de la ciudad. Luego vino el monumento al agua, una descripción de la historia de la catedral y la alegoría del descubrimiento del poder del agua en Dax.

Y vuelta a casa. Mañana será otro día.
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