Javier Alburquerque Ranchal
Ahora mismo no recuerdo las fechas en las que estudié en el Instituto. Creo recordar que fue entre el 89 y el 93 o algo así. ¡Qué más da! Sólo sé que fue una de las épocas más maravillosas de mi vida y hubiera repetido cien mil veces si fuera necesario con tal de prolongar aquellos momentos mágicos que me tocó vivir allí.
En mi caso no tuve suerte y tras acabar la EGB me mandaron al Instituto Nº VI que estaba en la otra punta de Alcorcón, abandonado, solitario y perdido de la mano de Dios. Allí no di una a derechas y lo pasé horrorosamente mal y entre unas cosas y otras me tocó repetir. Lo único positivo de ese año fue que conocí a una profesora maravillosa, de nombre Rosa, que enseñaba la asignatura de Música y que en lugar de soltar el rollo soporífero para tomar apuntes, nos enseñaba solfeo, nos hacía cantar, hacíamos trabajos conjuntos, nos enseñaba curiosidades de orquestas, grupos, óperas,… y un sinfín de novedades que chocaban con la monotonía de estudiar Bachillerato.
El año siguiente no lo dudé y me volqué para que me admitieran en el Luis Buñuel. Tenía que abandonar esa prisión en que me encontraba al precio que fuese; y está vez, sí tuve suerte.
Fue llegar al nuevo instituto y ver, notar, sentir que era diferente a aquella cárcel en la que estuve recluido un año atrás. Me encontré con un montón de conocidos del barrio, del antiguo colegio o incluso de la academia de Máquina o de Informática donde estudié años atrás. El resto de gente que fui conociendo siempre me aportó algo para avanzar, sonreír y disfrutar, y además tuve la inmensa suerte de encontrarme de nuevo con Rosa, la profesora de Música que tuve en el anterior instituto y que le faltó tiempo para venir a saludarme y animarme en mi primer día. ¡A ella también la habían destinado allí!
Hay veces que las cosas vienen rodadas y en el Luís Buñuel vinieron todas a mi favor. A partir de ahí todo cambió para mejor y si bien no fui un buen estudiante (por mi culpa, lo reconozco), creo que como persona si he tenido una buena formación gracias a aquellos profesores que tanto nos apoyaron en esos momentos tan importantes de nuestra vida (y no es peloteo ¿Eh?).
Recuerdo a Ernesto de Filosofía, siempre tan cercano, a Mª José Olarticoechea, mi primera tutora, a Noemí, que a la pobre la dimos un disgusto de cuidado en la visita a la Cruz de los Caidos (perdón, Profa), a Ramón Mazuecos, muy buén profesor pero, uffff. Difícil, a Charo Sansegundo, mi profesora de Literatura, a María, de Griego que también la tocó sufrirme dos años seguidos, a Gaby de Dibujo e imagen, a Charo de Latín (qué dura era, ¡Dios mio!), a Jose de la cafeta (cuanto me sufrió), a la Señora María (y su estupenda tortilla), a Agustín, siempre en la biblioteca y de verdad que podría decir más, y más, y más…
Me han pasado un correo con la fiesta que se iba a organizar, desgraciadamente estoy trabajando, pero no he podido resistir la tentación de hacer una visita al blog e intentar aportar mi granito de arena y volver a recuperar de nuevo esa inocencia que, a pesar de todo, nunca ha terminado de irse.
Actualmente trabajo de Informático y estoy acabando la carrera de Informática de Gestión en la UNED. Sigo viviendo en Alcorcón y, si no me toca la lotería, espero que por mucho tiempo.
Bueno, desde el trabajo (engañando al jefe), se despide:
Javier Alburquerque Ranchal jalburquerque2@hotmail.com
P.D: No puedo asistir a la fiesta, pero intentaré visitar el blog al menos para ver las fotos de todos los que hoy vayáis por allí. Espero que disfrutéis.
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