09 noviembre 2011
Millones de vidas inexistentes
Una de las guarderías que la ONG india PBKOJP tiene en las barriadas más desfavorecidas de Calcuta. La inmensa mayoría de los niños que asisten a estos centros no están registrados oficialmente.
Cada vez que utiliza su carné de identidad, a Zhang Shufang le embarga una profunda tristeza. Porque su falsa existencia oficial se la debe a una tragedia familiar.
A pesar de que sus rasgos están inequívocamente impresos en la fotografía del documento, este no le pertenece. Y, aunque se haya apropiado de él, Shufang tampoco es su nombre.
El suyo es uno de los miles de casos, probablemente millones, de chinos cuyo nacimiento, por diferentes razones, no se registró. Razón por la cual han sido condenados a vivir en la invisibilidad, a la sombra de una Administración que desconoce su existencia.
Que los niños no sean registrados es común en China, en India o en Tailandia, con graves repercusiones en su acceso a la salud y la educación, en la defensa de sus derechos, en su capacidad de casarse o de votar.
El planeta va a cumplir oficialmente a fin de mes los 7.000 millones de habitantes, según la ONU, pero la realidad puede haber desbordado ya esa cifra contando a los indocumentados.
Shufang ha tenido suerte. Sus padres querían un varón. Después de haber alumbrado una hija tres años antes, consideraron que merecía la pena plantar cara a la ley del hijo único para buscar un descendiente que diera continuidad al linaje de los Zhang. La naturaleza, sin embargo, les dio otra niña. La madre pensó matarla apenas nacida, pero cuando la sostuvo en sus brazos no tuvo valor.
Ahora, tras acabar la universidad, su futuro es prometedor, pero debe todo a la muerte de una prima. Los padres, como muchos otros, no registraron su nacimiento.
"Pensaron que no merecía la pena pagar la multa y arriesgar el trabajo de mi padre -funcionario- por otra chica. Había familias a las que también habían desahuciado como castigo por tener un segundo hijo, porque las casas son del Gobierno", comenta impasible Zhang.
"Se decidieron a criarme hasta que pudiesen venderme como esposa. Muchos otros así lo han hecho". Pero, entonces, la hija de su tío paterno murió. "No sé cómo, solo sé que le pagaron a mi tío para que no certificase su fallecimiento". Así, Zhang Ran, que es como la conocen todavía sus familiares y amigos, se convirtió en su prima, Zhang Shufang, dos años menor.
Este hecho le permitió acceder a la escuela, aunque fuese más tarde de lo que requería su edad, y a los pocos servicios sociales que ofrece China.
(extracto de un artículo de Zigor Aldama, publicado en elpaís.com, si quieres leerlo entero, pincha aquí)
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