08 noviembre 2011

No más violencia en nuestros cuerpos y pueblos



(extracto del artículo de Cristina del Valle, publicado en Cambio 16, si quieres leerlo entero, pincha aquí)

En 2008, la Plataforma de mujeres artistas contra la violencia de género que presido, en una de sus acciones en Cisjordania, trasladó al Ministerio de Asuntos Exteriores israelí y más tarde a Naciones Unidas un extenso informe sobre la situación de las presas palestinas en las cárceles israelíes.

  En estos días, y tras el acuerdo alcanzado entre Israel y Hamás para liberar al sol­dado israelí Gilad Shalit a cambio de la inminente liberación de un millar de presos palestinos, reivin­dicamos que el canje contemple la total liberación de las mujeres pre­sas palestinas.

 Y esperamos que no suceda lo que ha ocurrido en otros tiempos, donde se anunciaba a bombo y platillo la liberación de presos palestinos por parte de Israel y lo único que se hacía era meter en este saco a todos los presos que habían cumplido ‘condena’ o esta­ban a punto de cumplirla, algo que denunció en muchas ocasiones la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

La situación de las mujeres pre­sas es especialmente grave ya que la mayoría sufre el limbo jurídico a la espera de juicios. La mayoría de ellas sufre ‘prisión administrativa’, lo que significa que, sin ningún de­lito demostrado, “si te consideran una persona peligrosa para el Esta­do puedes entrar en prisión sin nin­gún tipo de prueba”.

 Son mujeres que están sufriendo la violación de sus derechos, abusos físicos, psico­lógicos y sexuales. El encarcela­miento de las mujeres palestinas supone un daño irreversible, en la mayoría de casos, al proyecto de vi­da de estas mujeres, pero también una acción que las convierte en víctimas de un proceso judicial que las niega como sujetos de derecho y las estigmatiza a la hora de vol­ver a sus hogares, comunidades, centros de trabajo, a su vida ante­rior.

 Asimismo, el daño personal y colectivo a las mujeres, en cual­quiera de los aspectos, supone un deterioro en el proceso de reconci­liación de los pueblos sobre la base de una paz justa.

 La violencia sobre las mujeres es utilizada como casti­go colectivo y expresión de domi­nio, y como un instrumento bélico más para generar el terror.

 Por lo tanto, se trata de crímenes de gue­rra, crímenes de lesa humanidad, considerados por la jurisprudencia internacional como equivalentes al genocidio y la tortura.

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