10 enero 2009

CTS y Deportes / y 5



El contrato del dopaje / 2




Ciencia hecha con el fin de hacer trampas






El desarrollo de hábitos saludables en la población se ha convertido así en una necesidad sanitaria de primer orden. El incremento de las restricciones al consumo de tabaco puede entenderse en este sentido. El fomento de las prácticas deportivas, también. Ciertas pautas de comportamiento, hasta no hace mucho socialmente bien vistas, o toleradas como extravagancias graciosas, son hoy repudiadas casi como formas de insolidaridad. El descuido de la propia salud empieza a ser percibido como un rasgo asocial, como un pequeño atentado a la colectividad.




El deporte fomenta la salud. Al menos, así se presenta. Las prácticas deportivas han dejado de ser costumbres juveniles. Ahora se someten a ellas personas incluso muy mayores, con el convencimiento de que les serán muy beneficiosas para su propia salud.




El deporte profesional, por su parte, actúa como espectáculo fascinante en el que se compite por mostrar las proezas físicas que pueden alcanzar los individuos más perfectos y mejor entrenados. La fascinación que el deporte profesional provoca en las masas ha sido y es utilizada para la reconstrucción de los intereses de éstas. El deporte puede servir como sistema ejemplificador de hábitos saludables correctos, como instancia capaz de suscitar entusiasmos grupales políticamente utilizables, como soporte físico para la venta de cualquier producto.




Así, paradójicamente, los deportistas profesionales, sometidos a la presión de fuerzas tan variadas, acaban convirtiéndose en prisioneros de las desorbitadas tensiones que tienen que soportar. El entusiasmo que provocan les convierte en ídolos sociales, puede conducirles a la riqueza, pero supone un nivel de exigencia añadido al del deporte mismo porque aumenta la importancia y la intensidad de la competición.




La farmacología, que ya asiste a los ciudadanos normales, también se preocupa de los deportistas y les proporciona tanto las sustancias que pueden incrementar su rendimiento como las que pueden ocultar la trampa. El problema, en este caso, es que ese uso de los fármacos no procura la salud, sino que la deteriora. El problema es que, además, el deportista, deja de ser modelo y se convierte en villano.




En el dopaje, las dos instancias sancionadoras de lo saludable: la farmacología y el deporte, se alían para alcanzar el éxito pero, al ser descubiertos, muestran la tramoya del decorado en el que se representa nuestro sueño de salud.




El dopaje pone de manifiesto, por un lado, el papel del deporte como construcción social para la creación de modelos de salud y, por otro, la dificultad de controlar los resultados de la industria farmacéutica.




La tecnociencia y la sociedad interactúan en este asunto. La tecnociencia farmacéutica y las tecnologías sociales de la superestructura que rodea al deporte como espectáculo de masas organizado, convergen poniendo en cuestión importantes problemas sobre la compleja organización social que hemos creado para garantizar nuestra salud.




Estas cuestiones, de enorme importancia en la vida de los ciudadanos, normalmente nos son escamoteadas. El siguiente caso pretende ser una herramienta útil para permitir que los estudiantes puedan participar en una controversia tecnocientífica sobre una cuestión socialmente tan relevante.


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