Hoy no sólo hay que saber cosas sino saber cómo hacer las cosas y en esa tarea los licenciados en Humanidades (124.000 alumnos), siempre a la cola en índice de ocupación laboral o de reconocimiento social, tienen mucho que decir en pleno proceso de Bolonia. Más aún cuando cada vez la tecnología es más manejable y las exigencias del mercado son otras. "Un filósofo tiene capacidad de enfrentarse a problemas muy abstractos y genéricos y eso hace falta. Tiene capacidades para plantearse problemas nuevos que desconocemos. Por ejemplo, qué hacer cuando una musulmana quiere llevar pañuelo a clase, o casos como el de Eluana Englaro y la muerte asistida", sostiene Vicente Sanfélix, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia.
Decía el pensador Ortega y Gasset que una de las misiones universitarias era "crear y difundir cultura" y, sin dejar de hacerlo los gerentes de las facultades de Humanidades buscan una aplicación a sus estudios. "No se trata de aprender sólo los contenidos del título, sino competencias. Es decir, identificar un problema, buscar las fuentes de información, resolverlo, explicarlo por escrito y ser capaz de defenderlo oralmente", subraya Juan Manuel Cortés, vicerrector de Docencia y Convergencia Europea y profesor de Historia Antigua de la Universidad Pablo de Olavide.
"Aristóteles hablaba de 'la función gimnástica de la dialéctica'. Por ejemplo, traducir del latín, que es construir un rompecabezas, sirve para desarrollar facultades intelectuales. Y ello a un médico le sirve para usar mejor su inteligencia crítica", asegura Sanfélix. Por eso se valora a los filósofos como directores de estrategia, además de ocupar un lugar en los consejos éticos de los hospitales y de empresas con responsabilidad social corporativa.
"El ministerio nos dice que seamos imaginativos en los posgrados, pero también tiene que apoyarnos en sus convocatorias. Por ejemplo, que para determinados puestos de recursos humanos haya que tener doble grado: Económicas y Humanidades, que te dan un pensamiento crítico", propone Cinta Canterla, presidenta de la Sociedad Académica de Filosofía.
"Resulta más rentable un gestor cultural con una preparación humanista amplia y que aprenda en cuatro meses el mecanismo, que alguien formado sólo para eso. En Reino Unido con el título universitario ya se presuponen las capacidades", asegura Sanfélix. Hay, sin embargo, quien apuesta por grados que integran historia, arte, macroeconomía, contabilidad y organización. Como la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid, que se ha inspirado en las School of Fine Arts para Creación e interpretación en artes escénicas y Gestión cultural.
(Continuará)
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